La guerra contra el fraude alimentario

¿Es segura la comida que consumimos? Esta es una pregunta que se hace cada vez con más frecuencia, ya que el fraude alimentario se convierte en un problema creciente. Vea cómo SIG está ayudando a los fabricantes a afrontar esta amenaza.

Cuando un consumidor abre un producto de alimentación, espera que su contenido sea seguro para el consumo. Pero este no es siempre el caso, ya que el fraude alimentario es una amenaza creciente. Según la Organización Mundial de Aduanas (WCO, por sus siglas en inglés), se estima que la industria de falsificación de alimentos genera más de 49 mil millones dólares americanos al año. Pero es el coste para los consumidores y las empresas lo que es más alarmante, ya que las principales incidencias de fraude alimentario provocan muertes y miles de millones de dólares en multas, litigios y pérdidas de ingresos.

El fraude alimentario se define comúnmente como la venta de productos puestos en el mercado con la intención de obtener beneficios económicos mediante trampas contra el consumidor. Esto generalmente incluye alimentos que no son aptos para el consumo humano y son potencialmente peligrosos, o productos alimenticios que han sido deliberadamente identificados erróneamente con respecto a los ingredientes y sus materias primas.

En general, el fraude alimentario da como resultado una reducción de la calidad en lugar de la seguridad, pero aun así, varios casos de repercusiones muestran el impacto potencial de los productos fraudulentos. El escándalo de melamina de 2008 en China, por ejemplo, afectó a miles de personas, incluidos bebés, cuando se descubrió que la leche en polvo estaba contaminada con este compuesto químico.

El caso tuvo un gran impacto en el sector lácteo de China, sacudiendo no solo la confianza del consumidor durante años, sino también representando un nuevo capítulo para la industria de alimentos y bebidas en China. Otros incidentes graves que han tenido consecuencias duraderas incluyen el evento del aceite de oliva tóxico en España en 2013 y el escándalo de la carne de caballo en el Reino Unido.

Una cuestión de calidad

Sin embargo, la mayoría de las incidencias de fraude alimentario no son tan claros como el escándalo de la melamina, ya que la mayoría de los agentes que adulteran los alimentos son relativamente inofensivos o difíciles de detectar. Incidencias que involucran la calidad, como estos, pueden no representar un riesgo directo para la salud, pero siempre generarán desconfianza en el consumidor, un impacto negativo en la integridad y reputación de la marca, y una reducción gradual de las ventas.

Lo que dificulta la detección del fraude alimentario es el hecho de que la garantía de la calidad depende de una cadena de suministro de confianza y consistente. Aun así, en los últimos años las cadenas de suministro de la industria globalizada de alimentos y bebidas se han vuelto más complejas y fragmentadas. Básicamente, esto ha resultado en más procesos que son difíciles de controlar y rastrear, y productos que enfrentan mayores riesgos de seguridad.

Proteger la autenticidad

Para ayudar a los fabricantes a afrontar la amenaza del fraude de marcas y productos adulterados, SIG ofrece una solución avanzada para la corroboración. Permite a los fabricantes proteger sus productos del mercado de falsificación, de la piratería y de las imitaciones.

Con la solución de verificación de SIG, los fabricantes pueden codificar de manera única cada envase con un código QR único que da al consumidor la seguridad de que el producto en sus manos es auténtico, original y realmente fabricado por la marca que eligió.

Esta solución innovadora permite una retroalimentación rápida del mercado, alertando a los fabricantes sobre sospechas de riesgo a la marca en el mercado, para minimizar el impacto, mientras se mantiene la confianza del consumidor y la seguridad del producto en todo momento.

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